¿De qué habla la sinfonía de Mahler 3?

De nada que importe. Solo sé que mi vida Helga Dernesch canta en el cuarto movimiento; canta en alemán, obviamente, y obviamente no sé qué diga, ¿pero importa? No creo. Al llegar a mi casa una tarde ya oscurecida noté que tenía la casa sola y me enfrenté a dos opciones: leer o escuchar música. Dije: Me siento bien, tengo ganas de concentrarme y con todos los focos apagados y solo una lamparita prendida y un café en la mano puedo por fin ajustarme al monito romántico que se acurruca en su cama para imaginar hasta que salga el sol, cosa que nunca he podido hacer. Tomé una compilación de Poe que me regalaron en el intercambio, abrí cierto cuentito que había dejado a la mitad, comencé a leer, llegué a un poema que juzgué mal traducido, me lo salté, alcancé a ver que Ugh, qué hueva el tema ese de la muerte y que todos mueren y el cliché del gusano y lo que sea, perdí mi optimismo y cerré el libro cuando apenas habían pasado unos cinco munutos. ¡Cinco minutos de lectura! ¿No hay una propaganda así que dizque para mejorar a México o algo así? Apagué mejor también la lamparita y puse mi viejo Spotify y ahora me enfrenté a tres opciones: Beethoven, el Salomé de Strauss o la Tercera de Mahler; la decisión fue simple cuando recordé que mi Helga canta en esta última. Y bien, como canta hasta en el cuarto movimiento tuve tres para flotar un poco de allí para acá, y recordé, quizá porque aquel monito romántico me miraba decepcionado, el cuentito de Poe. Hablaba de la voluntad y no sé qué chingados. Un estudio sobre la voluntad disfrazado de cuento de misterio. Y dije: ¿No sería de mayor provecho ver qué dice aquel compadre sobre la voluntad, fuerza que además me falta, y enriquecer así un conocimiento que pueda compartir con el mundo? Porque escuchar música es algo muy egoista, yo creo que casi autoerótico. ¿Qué le voy a decir a alguien cuando quiera platicar de lo que hice el viernes en la noche? Sí, escuché a Mahler, me gustó, tan tan. ¿Tarareo? ¿Qué platico? ¡Raro que escuchar música te condene al silencio! Entonces, ¿elegí bien entre leer y escuchar? ¿Qué gané? ¿Qué sentido tuvo? Ninguno que importe. Creo sin embargo que a la música se le debe el concepto de armonía. Y habiendo, podría decirse, perdido este viernes en una actividad sin sentido, creo que encontré el acorde que le faltaba al otro sinsentido más grande que me andaba empujando al final, al silencio de verdad. Para una vida sin sentido, música, otra cosa sin sentido. Para la vida, algo inútil, vano, esencialmente vacío, condenado a la ignorancia y al silencio, música, la cosa más inútil, vana, esencialmente vacía, que te condena a la ignorancia y al silencio. Le pregunté un día a mi hermano que qué significa un concierto para piano de Mozart; le pareció ridícula la pregunta. Le dije: Exacto, ahora ve cuando no sepas qué significa tu vida y resulta que estás en la misma condición que ese bellísimo concierto aunque banal, vano, gratuito.

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